Al inventor del "liberalismo simpático", el diputado popular José María Lassalle, no se le ocurrió mejor idea que presentar una Proposición no de Ley para crear un Premio Nacional del Blog. De haber prosperado, España habría sido el primer país del mundo en el que el Estado otorga galardones a las bitácoras (ya existen otros reconocimientos que nacen de la iniciativa privada y que gozan de un gran prestigio). Tal vez a algunos les pueda parecer que esto hubiera estado muy bien, que habría resultado muy moderno ser los pioneros en reconocer oficialmente el valor cultural de este tipo de webs. Pero no es así. Por fortuna, la idea ha sido finalmente rechazada gracias al voto en contra del PSOE y CIU. Estos partidos han acertado, pero no del todo. Su postura ha sido la adecuada, pero no sus motivos.
Dicen los socialistas que la proposición del PP es "ocurrente" –en lo que tienen razón– pero que peca de "indefinición" y que es necesario "estudiar el carácter del blog como un nuevo género de creación cultural". Además, anuncian que presentaran una iniciativa parlamentaria similar, destinada a premiar los sitios web cuyo objetivo sea el fomento de la cultura. El motivo del rechazo de los convergentes no resulta nada sorprendente. Según ellos, el premio debe existir, pero sólo si puede otorgarse a autores de bitácoras que escriben en cualquiera de las lenguas oficiales existentes en España y no sólo en castellano. Motivo de rechazo peculiar, puesto que la Proposición presentada no habla en ningún momento de idiomas.
Tanto la Proposición no de Ley como los motivos para rechazarla son terribles. Todos pretenden, o al menos no buscan impedirlo, aumentar la intromisión del Estado en el ámbito cultural. Entre socialistas y nacionalistas no hay que sorprenderse debido a que el intervencionismo se encuentra en la propia esencia de esas ideologías políticas. Pero debería ser muy diferente en un diputado del PP que no sólo se define como liberal, sino que además pretende dar lecciones sobre qué significa esto último. Una muestra más de que ese "liberalismo simpático" que Lassalle propugna no es ni una cosa ni la otra.
La trampa de todos los galardones nacionales relacionados con la creación artística o literaria es que los políticos pretenden definir quiénes son los máximos exponentes culturales del país a través de la designación de los miembros del jurado. Y eso es algo que no les corresponde (es más, no debe entrar ni tan siquiera a definir qué es y qué no es cultura). De hecho, como resultó evidente con el Premio Cervantes que se otorgó al analfabeto digital con espíritu de censor Antonio Gamoneda, estos reconocimientos sirven muchas veces para elevar a los altares y premiar a los afines al Gobierno o a las amistades de quienes ahí están. No sería diferente en el caso de que se instituyera un Premio Nacional del Blog.
Con la excusa de este galardón, el Estado metería sus manos en el ámbito de las bitácoras. Terminaría utilizando el dinero de los ciudadanos para gratificar, primero vía premios pero después a través de las subvenciones que terminarían llegando –o incluso cánones– a los bloggers afines al poder político. Justo lo mismo que ocurre con el cine o la literatura.
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