Desde que Fidel Castro tomara el poder hace medio siglo han sido malos tiempos para la libertad de expresión (para ser exactos, para la libertad en todas sus facetas) en Cuba. Y eso es algo que ha influido en el escaso acceso permitido a internet desde sus orígenes en la isla-cárcel. Pero todo es susceptible de ir a peor, especialmente si quien está en el poder es uno (o los dos, en realidad) de los hermanos Castro. Ante las muestras de acercamiento dadas por Obama, la respuesta del régimen de La Habana ha sido mayor censura y represión.
La misma lógica represiva que acaba de condenar a tres años de prisión al periodista independiente Santiago Du Bouchet –que se suma a las docenas de informadores y activistas pacíficos que penan en las cárceles cubanas– se aplica a internet. La red supone un doble peligro para el régimen. Por una parte, permite que bloggers no afines al castrismo y quienes practican el periodismo al margen de los medios oficiales hagan llegar al mundo lo que ocurre cada día en la mayor de las Antillas, o incluso que un cubano cualquiera cuente en un correo electrónico su vida cotidiana a un español, norteamericano, japonés u oriundo de cualquier otro país. Por otro, si el acceso fuera libre, los habitantes de la isla podrían saber cómo se vive en el resto del mundo, algo que no les está permitido.
Ante esta realidad, el régimen comunista está estrechando aún más el cerco que aplica a la red. Ahora que se permite que los cubanos entren a la mayor parte de los hoteles de la isla, se les ha comenzado a prohibir que se conecten a internet en los ordenadores disponibles en estos lugares. Y en los establecimientos en los que todavía no se aplica la prohibición, el precio por media hora es de algo más de la cuarta parte del salario medio mensual en el país.
Así, los únicos lugares que les quedan a los cubanos para conectarse son los cibercafés propiedad de la empresa estatal de telecomunicaciones ETECSA –en la cual Telecom Italia actúa como cómplice del régimen con un 30% de las acciones– y los Jóvenes Clubs de Computación de la Unión de Jóvenes Comunistas (las juventudes castristas). Estos últimos reductos están controlados por el régimen, por lo que se puede negar su uso en cualquier momento a los periodistas y bloggers independientes. Además, desde ellos no se permite el envío de fotos o videos ni el uso de dispositivos de almacenamiento de datos externos al propio equipo desde el que uno se conecta.
Pero las represalias y cortapisas no se quedan en eso. El régimen llega incluso a privar de su correo electrónico a personas que no se comportan en internet como les gustaría a las autoridades comunistas. Es lo que le ha ocurrido al escritor Ángel Santiesteban, al que la burocracia "cultural" ha aplicado esta sanción por el mero hecho de tener una bitácora en el sitio web CubaEncuentro.
El afán represivo castrista no tiene límite, ni en lo referido a internet ni en cualquier otro aspecto. Demasiados políticos y periodistas de los países democráticos parecen no querer verlo. Sin embargo, otros no estamos dispuestos a callar ante la tiranía.
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