Pablo Molina en Libertad Digital
De traca, amigos, de traca con trueno final bien gordo. Así que para protestar por la crisis económica los sindicatos horizontales (es la posición más cómoda para recibir inyecciones, más aún si son de fondos públicos) van a organizar un festejo prenavideño acusando a los empresarios de los problemas de nuestra economía. La escena es tan surrealista que sólo se puede dar en la España de Zapatero, no porque en otros lugares el sindicalismo de clase (alta) no insulte a la inteligencia y el bolsillo del resto de trabajadores, sino porque fuera de nuestras fronteras lo hacen con más discreción.
Aquí se despelotan sin ningún pudor y convocan una manifestación contra los enemigos seculares del proletariado, sin tener en cuenta que la famosa lucha de clases pasó a la historia y lo que queremos los trabajadores no es hacer la revolución sino un puesto de trabajo y un pisito en la costa como cualquier sindicalista liberado, vaya.
Con sus acciones, los sindicatos confirman que la batalla en el mundo actual ya no discurre entre empresarios y empleados, sino entre los que viven del dinero público y los que debemos financiar sus francachelas.
Y como adecuado colofón a un acto tan sublime estará de maestro de ceremonias el periodista preferido de Gallardón, que incluso es posible que haya rebajado su caché para aceptar ir a amenizar la fiestuki. Que no falte de nada. El alcalde de Madrid debería asistir también a la manifestación, junto a los comicastros del Partido, para protestar contra Esperanza Aguirre, culpable junto a los empresarios de que Zapatero haya destruido nuestra economía a una velocidad nunca vista en un país civilizado. Total, salvo el PSOE, los sindicatos, el procejariado y Gallardón, que están libres de culpa por su condición de progresistas, los demás no sólo tenemos que financiarlos a todos sino escuchar también sus reprimendas.
Dicen que se van a manifestar contra los que se aprovechan de la crisis. Hombre, yo creía que se referían a ellos mismos, porque no hay nadie en España que esté aprovechándose con más intensidad de la actual catástrofe económica que los sindicalistas y el resto de subvencionados. Oiga pues no. Para estos detentadores de la moral pública, el pequeño empresario que cierra su negocio, pierde su patrimonio y se va al paro o a la economía sumergida es un enemigo al que hay que combatir del brazo del Gobierno socialista, que es el que maneja el BOE.
Y todos los demás, que financiamos su alegría reivindicadora, no sólo tenemos que seguir pagando sino aceptando con resignación la bronca de estos ungidos. Y sin rechistar, oiga, no sea que una patada perdida de kárate acabe impactando en nuestras costillas, que cosas más raras se han visto.
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