Lo que está sucediendo en el aeropuerto de Lanzarote no es un suicidio, es un asesinato. Retransmitido en directo a un público al que por igual marcan el morbo y la indiferencia. Si Haidar muere, habrá un autor. Aquel que hizo la continuidad digna de su vida imposible. A Haidar la está matando un implacable despotismo: el que rige el sultanato de Marruecos. Con un cómplice inocultablemente obsceno: el Gobierno de España.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
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