El Gobierno tiene ahora dos patatas calientes en la mano de las que no podrá deshacerse si no da una respuesta enérgica y sin ambigüedades. Y no se trata de enseñar los dientes, sino de delimitar la soberanía española y de no admitir el más mínimo menoscabo de ella. Sobre el papel parece sencillo, la realidad con Zapatero, rendido al pacifismo inane que es la marca de la casa socialista, será muy distinta y probablemente seamos durante mucho tiempo más el hazmerreír de Europa entera.
martes, 8 de diciembre de 2009
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