En otro país del occidente de Europa, que un magistrado pudiera hacer la diezmillonésima parte de lo que ha venido haciendo Garzón, provocaría una crisis total de Estado; aquí, sólo produce una siniestra risa histérica. No hay un solo ciudadano que esté a salvo -aunque tantos, con ingenuidad, crean estarlo- mientras que un policía pueda tranquilizar a otro, que teme ser cazado por la ley, con ese compadreo de coleguis que transcribía ayer el titular de ABC: «Tranquilo, que con el Baltasar no hay problema».
lunes, 25 de enero de 2010
«El Baltasar», sin problema
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