En los países que son, o quieren aparentar ser, democráticos, el periodo en que un solo hombre (siempre son hombres) puede sentarse en el sillón presidencial está limitado, por lo general a dos legislaturas. En España, no hay acotación ni lindera. Cualquier payo puede perpetuarse en el cargo hasta el día previo a sus exequias, que aprovechará para firmar unos decretos antes de diñarla. ¡Y luego, vamos dando lecciones de democracia…! Y es que, en España, ocho años para que alguien mande desde su poderoso sillón autócrata nos parecen pocos: Franco nos acostumbró a un mínimo de 36.
jueves, 28 de enero de 2010
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