Yo pondría también una placa del Mapa de la Memoria en cada pueblo andaluz donde una tarde, entre el silencio y el olvido, llegaban ataúdes cubiertos con la bandera de España, que traían de vuelta a su tierra a un guardia civil, un militar, un policía, asesinados por la ETA en los oscuros años del plomo, cuando de las víctimas, encima, decían el terrible: «Algo habrá hecho». Y, desde luego, pondría, y ya mismo, una placa recordatoria de ese Mapa de la Memoria en el bar Faisán, evocando el chivatazo, para que quede constancia de hasta dónde llegó la poca vergüenza de los que con tal de ponerse medallas llamaron Proceso de Paz a la ignominia del Estado. O sea, Memoria al Pil Pil y Garzón en Adobo, sin necesidad del Basque Culinary Center que nos va a costar 7 millones de euros a los españoles que sí queremos seguir siéndolo.
Otra "memoria histórica", más cercana, y que tantos olvidan.
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