Nuestros listos del pesebre nos sacarán mil argumentos para cimentar esta política de la mentira constante. Sabemos quiénes son, están identificados y cada uno es libre de despreciarlos a su manera. Pero el hecho de que no haya un mínimo gesto de dignidad por su parte nos demuestra que este país supura por una inmensa llaga. La España campeona —ojala lo sea en el fútbol— es una sociedad que se quiebra y requiebra bajo el mando de lo peor. Después del fútbol viene, implacable, la realidad.
jueves, 17 de junio de 2010
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