Es cierto que después de cruzar la línea de la indisciplina Obama no podía hacer otra cosa que cesarle. Al fin y al cabo, el presidente es también comandante en jefe del ejército y en el orden militar la cadena de mandos es esencial. Sin embargo, Obama sí podría haber hecho mucho más para evitar llegar a esta situación y, de paso, contribuir a ganar la guerra en Aganistán: básicamente dotar a Petraeus y a McChrystal, dos militares de reputada solvencia, con los medios que decían necesitar para vencer. Pero, desgraciadamente, los prejuicios ideológicos del presidente y de su vicepresidente les llevaron a preferir poner patas arriba la misión afgana a rectificar.
jueves, 24 de junio de 2010
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