Parece ser que sus señorías están molestas debido a que miles de ciudadanos les escriben en masa para pedir que no se apruebe la mal llamada (puesto que hay que ser muy inocente para pensar que Zapatero no tiene nada que ver con ella) "Ley Sinde". No cabe duda de que la cantidad de mensajes por este motivo (más de 400.000 en sólo dos días) que reciben los diputados en sus cuentas deben de resultar un incordio, pero nadie ha dicho que representar a los españoles tenga que ser cómodo. Y una de las incomodidades del cargo debe ser el escuchar a los ciudadanos cuando estos se dirigen a ellos.
No es la primera vez que los miembros del Parlamento protestan por este motivo, si bien nunca se habían visto sometidos a una campaña masiva como la actual. En 2008 casi todos los diputados mostraron su disgusto debido a la gran cantidad de correos electrónicos con peticiones y protestas de todo tipo (contra el aborto o los transgénicos, por ejemplo) que los ciudadanos les hacían llegar. Ya entonces se planteó en la Cámara Baja aplicar un filtro para evitar que llegaran a las cuentas de sus miembros muchos de esos mensajes, si bien se dijo que había que tener en cuenta que los correos que podían molestar a algunos resultaban gratificantes para otros. No sabemos si al final se hizo algo, pero el simple hecho de planear hacerlo resulta grave.
"Proteger" a los diputados de los correos con propuestas o quejas de los ciudadanos que no resultan de su agrado sería, precisamente, cerrar un importante canal de comunicación entre los españoles y quienes son elegidos para representarlos en el Parlamento. Los miembros de las Cortes Generales son los representantes de los ciudadanos, que son constitucionalmente los soberanos. Es, por tanto, su obligación escucharles en todo momento, no sólo cuando les aplauden o les dan la razón.
La campaña de envíos de correos que sufre en este momento el Parlamento, por mucho que se haga a través de una herramienta creada por un grupo de activistas para facilitar el envío de los mensajes, no es spam. Muy al contrario, responde a la esencia misma de la democracia representativa. Internet y el correo electrónico no varían la naturaleza de este sistema político, pero sí lo mejoran. La relación entre representantes y representados cambia de forma que favorece a los segundos. Diputados y senadores están más expuestos a los ciudadanos, que ahora cuentan con herramientas más sencillas y poderosas para hacerles llegar sus opiniones.
Sí, es un engorro recibir en pocos días miles de correos electrónicos en los que miles de ciudadanos muestran su disgusto por un proyecto de Ley. Pero mayor molestia será para esos españoles tener que sufrir en el futuro dicha legislación. Por ese motivo, en vez de quejarse, los diputados deberían leer esos mensajes de e-mail y hacer caso a su contenido. Todos, ellos y nosotros, nos jugamos la continuidad o la desaparición de la libertad en la red.
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