Federico Mayor Zaragoza preside la Organización No Gubernamental (sic) "Fundación Cultura de Paz". ¿Qué hace esta ONG? Nada. Es decir, lucha por la paz y tal, pero su programa de acción es tan difuso que incluye como actividades realizadas para justificar las numerosas subvenciones que recibe, por ejemplo, la publicación en el diario El País de un artículo de Mario Soares en el que se menciona a la fundación.
Si hemos de creer la declaración de intenciones que recoge su página web, la fundación dedica todos sus esfuerzos, sin duda ímprobos, a "la vinculación y movilización de redes de instituciones, organizaciones e individuos que se destaquen por su compromiso con los valores de la cultura de paz". Los conceptos de vinculación y movilización son tan laxos que prácticamente cualquier acción puede enmarcarse en ellos, desde editar un folleto para que los niños del barrio celebren el Día de la Paz hasta asistir a una reunión en el extranjero donde se va a hablar de Paz. Y a ver quién dice que eso no es "vincular" o "movilizar" a las "redes", claro.
Pero esta circunstancia no impide que reciba numerosas subvenciones de todos los organismos conocidos, la última de las cuales suma 300.000 euros que el Ministerio de Asuntos Exteriores le ha ingresado con cargo a nuestro bolsillo. ¿El objeto de esta subvención? Pues nada menos que la "Promoción y Fomento Internacional y en Red de una Cultura de Paz". Y usted responderá, "la vaca". Pues sí, la vaca, pero esa de cuyas ubres sale la nutricia subvención que permite la subsistencia de esta empresa doméstica. Porque la Fundación Cultura de Paz no es precisamente un crisol de culturas con participación de nombres relevantes en todas las áreas del conocimiento o la empresa. Es más bien, una cosa familiar, íntima, dinástica.
El presidente es, no faltaba más, Federico Mayor Zaragoza, quien tiene como vicepresidenta a una persona de su absoluta confianza, María de los Angeles Mayor Menéndez, que casualmente también es su hija. En el listado de patronos figura asimismo su señora esposa, sus otros dos hijos, Federico y Pablo e incluso sus nietas Andrea y Marta Kallmeyer Mayor, al objeto de que vayan adquiriendo las habilidades necesarias para desenvolverse con éxito en el cada vez más exigente mundo del trinque presupuestario.
Tres generaciones de una familia de luchadores por la paz, amigos, y el ejemplo de unos padres preocupados del futuro de sus hijos, que usted y yo financiamos con el dinero que dejan de disfrutar los nuestros. Me voy a llorar un rato. La emoción, ya saben.
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