Cataluña, región española siempre en la avanzadilla de la posmodernidad, ha ofrecido al mundo entero un primer esbozo de esta otra forma de hacer política que, muy probablemente, va a ser la tónica general en España en cuanto los socialistas abandonen el poder.
Rubalcaba, que a estos efectos es el que decide, está muy complacido con las actividades superdemocráticas de los indignados del 15-M, aunque haya tenido que pasar el sofoco de ver cómo los Mozos de Escuadra, auténticos genios del vergajo, sacudían el polvo de las rastas a los integrantes más conspicuos del frente catalán, el más activo en cuanto a indignación se refiere. En respuesta a "la opresión del sistema", un comando suicida de los Indignats intentó en una operación relámpago hacerse con el perro lazarillo de un diputado invidente, de CiU por más señas; y no atacaron a más diputados porque sus señorías no tienen por costumbre ir al parlamento tocando la flauta, dulce o travesera, que si no la cosa podría haber derivado en una verdadera escabechina.
Si esto es lo que hacen los jóvenes indignados cuando gobiernan los suyos, qué no harán cuando manden los farcistah o faxistas, que es como se pronuncia "PP" en la meseta y en las zonas norte y mediterránea, respectivamente. Es fácil imaginar a Rubalcaba relamiéndose de puro placer ante la perspectiva de poder dirigir desde los micrófonos de la cadena amiga las oleadas megademocráticas del pueblo contra La Moncloa, cuando esté Rajoy en ella, para protestar por los recortes sociales de una derechona que sólo piensa en la banca y las multinacionales.
Y no es que vaya a haber recortes a muy corto plazo, sino que apenas va a quedar tela presupuestaria que recortar, a tenor de la prodigalidad con que los socialistas han despilfarrado los presupuestos locales, autonómicos y estatales antes de dejar el poder, otra marca de la casa del socialismo español, para desgracia del país.
Hará bien el PP de Mariano Rajoy en prepararse para esta nueva forma de hacer política extramuros de los parlamentos oficiales, que es lo a lo que parecen aspirar los varios miles de indignados de carné que llevan la voz cantante en este movimiento callejero, porque si Rubalcaba está a favor... es difícil que el proceso pueda invertirse.
En lugar de debates en las cortes, unos porritos compartidos en la plaza pública y votaciones populares a mano alzada. Si hay que expropiar un vehículo a todos los que tengan más de un coche, lo de autorizar la okupación de todos los inmuebles no suficientemente utilizados, declarar servicio público gratuito el consumo de cerveza o promover el cultivo de marihuana en los jardines públicos se vota... y se envía el resultado a los gobernantes para que obedezcan al pueblo, al fin representado por su clase política.
¿Quién es el pueblo? Pues, naturalmente, la cúpula de los Indignados, que para eso han acreditado una conciencia social fuera de toda sospecha aguantando lluvia del cielo, vergajazos de los Mozos y, lo que es peor, diatribas interminables de las feministas coñazo que andaban acampadas por los alrededores.
Los procesos asamblearios son muy entretenidos si hay un presupuesto público detrás para sufragar los gastos de los principales intervinientes. No es lo mismo pontificar contra el capitalismo en la Puerta del Sol bajo un ídem de justicia que hacer lo propio en un lugar más confortable y mejor acondicionado gracias al maldito capitalismo: verlo implosionar mientras disfrutas de sus ventajas no debe de tener precio.
Con el PP a los mandos del país sólo hay dos posibilidades: o el gobierno de Rajoy se adapta a esta nueva forma de hacer política, transformando una nación antes seria en una Comuna Indignada, o ya se puede ir preparando para una ración abundantísima de la doctrina Rubalcaba. Al lado de la que se está preparando, lo del 13 y el 14-M... una excursión de jesuitinas.
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