Sinceramente, no sé cómo hay gente que se extraña de que las viejas tricotosas contemplaran las ejecuciones en la guillotina mientras cotorreaban entretenidas ni de que determinados funcionarios escucharan plácidamente música clásica sin preocuparse de que al otro lado de la pared hubiera infelices que marchaban hacia la muerte en los campos de concentración. Claro que, a lo mejor, nuestros representantes ni siquiera saben lo que votan. Entonces quizá podríamos, como Jesús en la cruz, pedir que el Padre los perdone porque ignoran que son responsables de la muerte masiva de los inocentes.
domingo, 13 de diciembre de 2009
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