Nadie dice que no tuviera razón jurídica nuestro hombre como para archivar una querella contra nuestro banquero favorito, se dice, tan sólo, que no debía haber tomado esa decisión quien obtuvo meses antes una ayuda educativa del banco del querellado de equis miles de dólares para unos estudios en Norteamérica que a buen seguro fueron del todo provechosos. Por menos de ello, a cualquier otro juez sin clá, ni amiguitos en los medios cautivados por la posibilidad de desenterrar a Franco, le hubiera caído un paquete de consideración sin que protestase nadie. Al ser Garzón, la cosa cambia.
viernes, 12 de febrero de 2010
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