Precisamente porque ZP es un hombre de principios sólidos no podemos abrigar muchas esperanzas de cara al futuro cercano. Quisiera equivocarme, pero mucho me temo que ZP no cederá en sus convicciones ni se inclinará ante los hechos testarudos como el aumento del desempleo, el desprecio con que nos contemplan en Europa o la crisis financiera provocada en no escasa medida por la intervención de los políticos en las cajas o el desbordamientode las autonomías. Tampoco es posible que acepte mediaciones de una institución execrable como la monarquía. ZP es un hombre de principios. ¡Ojalá fuera un oportunista!
martes, 16 de febrero de 2010
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