El desplazamiento del poder real del Estado hacia las empresas, y de la nación hacia el mundo, priva a los jefes de Estado y de Gobierno de su influencia económica. Por consiguiente, buscan compensaciones y sustitutos: reinventar el sistema financiero mundial y luchar contra el calentamiento del clima son compensaciones. El político, al refugiarse de esta manera en la hipérbole, en lo que no se puede comprobar, en el largo plazo, en lo que no se puede cuantificar, vuelve a encontrar, o lo intenta, el poder, y encima con una postura moral («salvar al planeta»). Esta teatralidad convence a pocos aparte de a los militantes: a día de hoy nadie sabría decir cuál será mañana la moneda de reserva. Y el clima, seamos sinceros, obedece a unos parámetros que escapan a todos los modelos conocidos.
miércoles, 3 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario