Yo no dudo de que González profesara a gente como Roldán y Vera entrañable amor paterno: fueron años de intimidad en los secretos más horribles. Amor a ellos y a otros que tuvieron mejor fortuna. Pero Poder, Poder con mayúscula, hay sólo uno. Los hijos pueden contarse, si es preciso, por docenas. Y, por docenas, ser entrañablemente acompañados hasta la puerta misma de la cárcel. Ni un milímetro más allá.
lunes, 15 de febrero de 2010
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