Queda por resolver si fue la ideología, la búsqueda de mayor poder e influencia, las suculentas subvenciones estatales o una mezcla de todas ellas lo que motivó a una parte de la comunidad científica a sumarse o guardar silencio ante la demagogia de los planificadores sociales. De lo que ya no debería dudarse, sin embargo, es de que la agenda ecologista debe suspenderse por completo hasta que el debate avance lo suficiente como para que emerja un auténtico consenso, fruto, esta vez sí, del contraste de todos los puntos de vista. En caso contrario, la mentira triunfará de nuevo como el arma más efectiva para reprimir las libertades individuales.
Los defensores del medio ambiente acabarán con el ambiente entero. Digo.
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