Cristina Losada en Libertad Digital
El coste de la "normalización lingüística" es un misterio guardado a buen recaudo en los presupuestos autonómicos y en dispersas partidas de las consejerías. Con ingenuidad ocasional, una cree que se oculta porque el contribuyente montaría en cólera si supiera a cuánto le salen los juegos identitarios. Pero ese coste es baladí comparado con su precio en términos cívicos y políticos y, sin embargo, el sentimentalismo tribal hace que uno y otro se asuman con alegría. Paga el estadito, o sea, nadie, como apuntó en su día una ministra, haciéndose eco de un pensamiento mágico muy extendido sobre el origen del dinero del erario.
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