Me equivoqué horriblemente en aquello años de Aznar. Tomé por realidades mis deseos. No fui el único. Era reconfortante pensar que la maldita guerra civil había terminado. Aunque fuera ya demasiado tarde. Pensar que España empezaba a regirse por criterios de elemental racionalidad. Sin milenarismos. Con una política internacional por primera vez propia de un país desarrollado del siglo veinte. Me equivoqué. El milenarismo seguía ahí. Y la maldita guerra. Y las fobias elementales que hacen que a nadie odie más el español medio que a esos Estados Unidos sin los cuales Europa hubiera sido, a partir de 1940, un feudo del nazismo alemán y el stalinismo ruso.
lunes, 29 de marzo de 2010
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