Los enemigos de la Iglesia saben, desde luego, cómo suscitar farisaicamente escándalo y desaliento entre los católicos; saben cómo instilar el veneno del orgullo puritano entre quienes fueron llamados, con sus flaquezas a cuestas, a una misión que excedía sus fuerzas. El día en que los católicos llegaran a creer que la misión de la Iglesia depende de su condición de «hombres sin tacha», las puertas del infierno habrían prevalecido.
lunes, 29 de marzo de 2010
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