Pablo Molina en Libertad Digital
El progre es un ser humano con una terrible mala conciencia que intenta lavar a toda costa con el dinero de los demás. Esto es suficientemente conocido y, de paso, aceptado por los que pagamos impuestos, de los cuales brotan las nutricias subvenciones que permiten a estos clérigos laicos soportar los rigores del capitalismo salvaje que tanto denigran en sus discursos.
Pero tal vez porque en sus tiernos cerebritos queda alguna capacidad de autocrítica, últimamente nos enfrentamos al fenómeno de que ni siquiera viviendo del esfuerzo ajeno están contentos. Necesitan justificarse de alguna manera ante las masas depauperadas que sufren el sistema social que ellos enaltecen constantemente, y eso les produce una quemazón moral que ya sólo subliman a base de chorradas cada vez más lamentables.
Un progre "avant la lettre" como Toledo se avergüenza de ser rico en un país capitalista. Le encanta tener una vida regalada, claro, pero preferiría disfrutarla en un país comunista. El problema es que sólo una elite muy reducida de las tiranías marxistas pueden permitirse los lujos que disfruta la clase media occidental, y tampoco es cuestión de emigrar al paraíso socialista para pasar unas décadas escalando posiciones en el organigrama del partido comunista, tan proclive a las traiciones y a meter en la cárcel, acusado de traidor, al trepa incómodo que amenaza los privilegios de otro camarada con mejores contactos. Demasiado riesgo para un señor que ya frisa los cincuenta almanaques.
El progre a la violeta que se queda en el odioso occidente capitalista siente entonces una mayor necesidad de justificarse ante no se sabe quién, pero la constatación de que actúa exactamente al contrario de lo que pregona le lleva a un grado de esquizofrenia notable, en cuya clave hay que entender el espléndido grado de gilipollez de sus constantes declaraciones públicas.
Ni siquiera un actor español puede creer sinceramente que los cubanos viven en un paraíso, mientras los europeos nos debatimos en una agonía existencial provocada por el consumismo. Es sólo que nuestros progres se odian a sí mismos por no tener los cojones suficientes como para ordenar su vida de acuerdo a las premisas que intentan imponer a los demás. Un asunto muy feo que, espero, no llegue a afectar a su trabajo. El cine español es tan excelso que un bajón anímico de sus primeros espadas provocaría un desastre mundial. Willy, cuídate y disfruta de la vida, tronko. Total, con Zapatero en el Gobierno, al capitalismo en España le quedan dos telediarios.
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