En el año 1975, Franco estaba muriendo y España se enfrentaba a su mayor envite. Un claro descendiente del Profeta entendió cómo sacar partido de lo frágil. Muchedumbres de civiles fueron lanzadas a ocupar el Sahara. Detrás, estaban los fusiles marroquíes. Pero no se veían. Ganó el Sultán. Vendimos a los saharauis. Y el ejército español fue sometido, por decisión de su gobierno, a la humillación más grande de su historia reciente. Israel defiende su territorio. Por tierra y por mar. No tiene otro. O combate o muere. Es la diferencia. Y no carece de lógica que nos dé tanta envidia. Y que lo odiemos tanto.
miércoles, 2 de junio de 2010
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