Juan Ramón Rallo en Libertad Digital
La conclusión es sencilla: nos volveremos tanto más naturales cuanto menos humanos seamos. Pues lo que molesta a los ecologistas, en el fondo, no es que el individuo modifique su entorno –al cabo, todos los seres vivos lo hacen– sino que lo modifique con algún criterio, con alguna finalidad, haciendo uso de su razón. Es la razón lo que les sobra: son una apoteosis del irracionalismo, del regreso a las cavernas y al salvajismo. La destrucción a toda costa que promueve Greenpeace y otros altavoces subvencionados del misticismo ecologista no es la del terruño de la costa sino la de la civilización humana.
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