Uno pensaba que la de Cataluña sería una campaña caliente, pero desde luego no me esperaba esto, sino la pelea política normal en el principado: que todos le atizasen al PP mientras los populares sonrieran como si la cosa no fuese con ellos.
Pero en lugar de los rebuznos habituales, lo que estamos escuchando son gemidos.(...)
El debate de ideas ha sido sustituido (si es que alguna vez lo hubo) por el de las gracietas; las reflexiones teóricas por los gritos de gozo; y votar, en lugar de una responsabilidad, es un placer tras el que hay que fumarse un pitillo. Ay no, fumar no que también es pecado para la inquisición laica.
(...)
En definitiva, que aunque estas cosas puedan parecer exabruptos de algún descerebrado, la realidad es que esto es lo que hay, este es el nivel al que hemos llegado o, mejor dicho, al que nos han llevado, con el oasis catalán a la vanguardia de las Españas como hacía tiempo que no lo veíamos.
Y a todo esto, al mismo tiempo crucificamos a Sostres por un chiste en una conversación privada. ¿Hipocresía? No, ya estamos en lo siguiente.
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