Benigno Blanco en ABC
Estamos viendo cómo, poco a poco, en la vieja Europa democrática —y de forma singularmente agresiva en España— surge una nueva intolerancia que, recordando los viejos totalitarismos que creíamos superados, pretende restringir derechos fundamentales como la libertad de pensamiento y la libertad ideológica y religiosa, atacando los fundamentos pluralistas de una sociedad libre en nombre de la presunta evidencia de la nueva ideología del seudoprogresismo laicista de género.
(...)
Esta nueva intolerancia se manifiesta especialmente en el desprecio a la libertad de conciencia de profesionales y funcionarios (como hace la nueva «ley del aborto» en España), en los intentos de restringir o cercenar la libre expresión de la libertad religiosa (como pretende hacer la anunciada y ahora aplazada nueva ley de libertad religiosa en nuestro país) y en el intento de imponer en nombre de la llamada «igualdad de género» una visión única y excluyente sobre la homosexualidad y otras formas de conducta sexual (como anuncia hacer la nueva ley de lucha contra la discriminación de género) y en las restricciones cada vez más fuertes a la libertad de educación por parte de las familias.
(...)
En las sociedades libres de Occidente germinan estos nuevos brotes de agresiva intolerancia defendidos por los presuntamente tolerantes, frente a los que conviene defenderse para preservar las libertades. Y la primera defensa es la denuncia de lo que está pasando ante nuestros —¡demasiadas veces!— indiferentes ojos.
Estamos viendo cómo, poco a poco, en la vieja Europa democrática —y de forma singularmente agresiva en España— surge una nueva intolerancia que, recordando los viejos totalitarismos que creíamos superados, pretende restringir derechos fundamentales como la libertad de pensamiento y la libertad ideológica y religiosa, atacando los fundamentos pluralistas de una sociedad libre en nombre de la presunta evidencia de la nueva ideología del seudoprogresismo laicista de género.
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Esta nueva intolerancia se manifiesta especialmente en el desprecio a la libertad de conciencia de profesionales y funcionarios (como hace la nueva «ley del aborto» en España), en los intentos de restringir o cercenar la libre expresión de la libertad religiosa (como pretende hacer la anunciada y ahora aplazada nueva ley de libertad religiosa en nuestro país) y en el intento de imponer en nombre de la llamada «igualdad de género» una visión única y excluyente sobre la homosexualidad y otras formas de conducta sexual (como anuncia hacer la nueva ley de lucha contra la discriminación de género) y en las restricciones cada vez más fuertes a la libertad de educación por parte de las familias.
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En las sociedades libres de Occidente germinan estos nuevos brotes de agresiva intolerancia defendidos por los presuntamente tolerantes, frente a los que conviene defenderse para preservar las libertades. Y la primera defensa es la denuncia de lo que está pasando ante nuestros —¡demasiadas veces!— indiferentes ojos.
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