Muchos de los asistentes a la manifestación del pasado sábado, convocada por las asociaciones de víctimas del terrorismo, estamos desolados por las declaraciones del portavoz del PP en las que ha mostrado su disgusto por algunos de los eslóganes coreados durante la marcha.
Desde que González Pons ha dicho que se "puede sentir incómodo" cuando la gente invita con cierta coña no exenta de mala uva a Rubalcaba a ir a prisión, muchos de los que allí estábamos tenemos serios problemas para conciliar el sueño, porque el principal objetivo cuando se asiste a una manifestación de las víctimas del terrorismo es, naturalmente, que el vocero del PP se sienta a gustito entre nosotros. Es lo menos que podemos hacer en compensación al esfuerzo de los dirigentes del PP por mezclarse con la plebe votante, cuyo contacto les provoca un rechazo espontáneo porque es que no somos nada progres. En realidad apenas si somos centro-reformistas, y ya se sabe que fuera del canon intelectual que representa el binomio Celia Villalobos-Nacho Uriarte, es difícil que en la sede central del PP te consideren uno de los suyos.
Los que mandan en el PP oscilan entre los que no quieren que se especule siquiera con la posibilidad de que Alfredo Pérez Rubalcaba vaya a la cárcel y los que estarían dispuestos a manifestarse a las puertas de la Audiencia Nacional para que ni siquiera se siente en el banquillo. Es lo que tiene el centrismo, y en agradecimiento a todos estos fans rubalcábidos, el depositario de tanto cariño no pierde ocasión de manifestar el desprecio que siente por todos ellos juntos, cosa que en la calle Génova, al parecer, se disfruta como una especie cada vez más enfermiza de disciplina inglesa cuando no sea directamente helénica, que todo podría ocurrir.
Si el PP reduce su exigencia de responsabilidad al ministro del Interior por los desmanes de su departamento a una pregunta parlamentaria en miércoles alternos y considera así saldada su obligación de controlar a un Gobierno que negocia con una banda terrorista, sus dirigentes hacen muy mal acudiendo a una manifestación convocada por las personas que han perdido la vida de sus seres queridos a manos de los mismos que ahora son parte del cambalache. Para eso mejor ir al cine a ver la última joya de nuestra industria o quedarse en casa viendo los DVD con los cincuenta últimos programas del Wyoming, actividades mucho más centristas que acudir a una manifestación en contra de Rubalcaba y ZP.
González Pons es muy moderado y quiere que los demás también lo seamos, pero el problema es que a la inmensa mayoría de sus votantes no nos sale de las pelotas ser moderados como él, sobre todo cuando está en juego el derecho de las víctimas del terrorismo a no ser pisoteadas en su dignidad por un gobierno cada vez menos legítimo. ¿Podrá D. Esteban perdonarnos algún día? La respuesta, por favor, antes del 22 del mes que viene.
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