sábado, 2 de abril de 2011

De mi asombro no salgo

Alfonso Ussía en La Razón

Gadafi, el singular criminal, ha sido atacado por sus antiguos amigos y clientes. Los dirigentes occidentales han necesitado cuarenta años para convencerse de que es peor que un alacrán. Entonces Obama, seducido por Sarkozy, decidió atacar a Gadafi para derrocarlo. Zapatero se unió a la guerra con entusiasta frenesí. Obama y la ONU, nada más y nada menos. En Libia, además de Gadafi y sus tropas, están los rebeldes y las suyas. «Hay que ayudar a los pobres y valientes rebeldes», le dijo Obama a Sarkozy. «Pásalo». Y Sarkozy se lo pasó a Zapatero, que a su vez, se lo pasó al Primer Ministro de Dinamarca. Y partieron las tropas para quitar a Gadafi y situar en el poder a los rebeldes. Sucede que nadie se interesó por conocer a los rebeldes. Soltaron sobre las cabezas de Gadafi y los suyos toneladas de misiles. Los rebeldes a los que nadie preguntó a qué se dedicaban, ganaron terreno. Se cumplía el décimo día de esa guerra tan extraña, cuando Obama supo que uno de los jefes de los rebeldes era Abdul Hakim Al Hasidi, un terrorista de Al Qaeda, durante algunos años huésped obligado en Guantánamo. Y llamó a Sarkozy. «Oye, que entre los rebeldes que no sabemos quienes son y a los que estamos ayudando tanto, están los de Al Qaeda. Pásalo». Y Sarkozy se lo pasó a Zapatero, el cual, como está mandado, se lo pasó a su vez al primer Ministro de Dinamarca. Esta novedad, que todos los habitantes de la tierra conocían excepto Obama, Sarkozy, Zapatero y el Primer Ministro de Dinamarca, ha creado una angustiosa confusión en las Fuerzas aliadas, con mando de la OTAN y sin mando de la OTAN, que eso tampoco está muy claro. Creo que Obama se tiene que sentir como Rufus Carbone, el ex rey del conglomerado de maderas en su despacho de la Quinta Avenida. Los de Al Qaeda derribaron las Torres Gemelas, un avión de pasajeros y estamparon otro contra el Pentágono. En España se llevaron más de un centenar de vidas por delante el 11 de marzo de 2004. En Inglaterra, el atentado en el Metro de Londres. Y los están ayudando para quitar a uno de sus mejores clientes en la compra de armas y en la venta de petróleo. Sucede que ni Obama, ni Sarkozy ni Zapatero son de frases, como Rufus Carbone, acuñador de su famosa «de mi asombro no salgo». Y ahora, a ver qué hacen.

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