¿Debemos leer La Biblia? La pregunta me parece, en sí misma, un inequívoco síntoma del naufragio de nuestra sociedad. ¿Tiene lógica que nos hagamos esa pregunta? Y no me refiero a la lectura espiritual que harán todos aquellos que la conciban como la gramática de su fe, sino a la lectura que nos atañe y nos apela a todos. Si nadie pone en duda que los niños deben conocer el Tirant lo Blanc, o El Quijote, ¿cómo podemos dudar de la lectura del referente más importante de nuestra civilización? No leerla no es ser más laicos o más progresistas o más multiculturales o más democráticos, y sigan ustedes con el diccionario de sinónimos de la tontería al uso. No.
Sencillamente, no conocer La Biblia nos hace más ignorantes, más ilusos, más necios y más desconcertados, porque no saber de dónde venimos nos impide saber, a ciencia cierta, hacia dónde vamos.
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