Tras su segunda derrota electoral el pasado 9 de marzo, el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, llegó a la sabia conclusión de que si su candidatura había perdido dos veces frente a Rodríguez Zapatero, era necesario introducir cambios de envergadura. Sin embargo, se equivocó enormemente en la dirección de esos cambios.
En las democracias maduras, las sucesivas derrotas electorales de un equipo político suelen despertarles la intuición de que a los ciudadanos no les gustan. Es hora de hacer las maletas y dejar que otras cabezas perfilen la estrategia. A Rajoy, sin embargo, esta saludable regeneración no le convenció: si el PP había perdido en dos ocasiones frente a ZP, él, jefe de filas, no podía tener ninguna responsabilidad. Los españoles habían dado sendos portazos al gallego por el tenebroso pasado aznarista que arrastraba; había llegado la hora de soltar amarras.
A partir de entonces comenzó la era del "liberalismo simpático", esto es, quedarse con el caparazón y la etiqueta de la ideología pero vaciarla de contenido. La tesis era sencilla: los españoles odian la crispación, no hay librar batalla contra la izquierda y la oposición debe limitarse a ser un grupo de diputados bien remunerados que acuden –o no– al Congreso p’ayudar al Gobierno. Si no se dejan notar demasiado, la crisis económica desgastará al PSOE y en 2012 ascenderán, por fin, al poder.
Los problemas de esta estrategia son, sin embargo, demasiado evidentes como para que incluso los arriolistas no los vean. Cuatro años es mucho tiempo para confiarlo a la marea de una crisis económica internacional. Aun cuando en 2012 la situación sea mucho peor que ahora (algo bastante probable), resulta ingenuo considerar que el PSOE se quedará de brazos cruzados observando como la economía y el paro van consumiendo su granero de votos. 48 meses dan para mucho; por ejemplo, para extender redes clientelares de subsidios públicos por toda España y para articular un discurso alternativo sobre la crisis, dirigido a atacar la línea de flotación del PP: la depresión se debe al neoliberalismo que encarnan los populares. No hay que olvidar que Franklin Delano Roosevelt construyó su imperio político (cuatro victorias electorales) durante la crisis económica más profunda de la historia de Estados Unidos. Y es que, como decía Revel, las motivaciones políticas bien puede llevar a que un Gobierno opte por la bancarrota económica.
Las pobres expectativas electorales para el PP de la última encuesta del CIS sólo auguran un futuro decadente. Si durante los peores meses de Zapatero en La Moncloa, con el desempleo creciendo a razón de 800.000 parados anuales y con un Gobierno desorientado en su estrategia política (¿hay crisis o no la hay?), el PP sólo logra empatar, dentro de unos años la debacle será memorable.
Quizá por esto, los miembros históricos del partido no han tenido más remedio que levantar la voz y advertir sobre la errática estrategia. El ex presidente del Gobierno, José María Aznar, sin estar, ni mucho menos, libre de culpa por el rumbo actual del PP, ya dejó claro el sábado que había que librar la batalla ideológica y no conformarse con heredar el poder, si es que tan improbable suceso acaece en 2012.
Sensatas palabras que, no obstante, sólo podían caer en saco roto. Rajoy quiere librarse de sus fantasmas del pasado y, para ello, nada mejor que dejar claro que él ni es Aznar ni tiene nada que ver con él. La secretaria general, María Dolores de Cospedal, certificando la ruptura con el "viejo PP", ha aprovechado para renunciar a la victoria, ya que lo suyo es el convencimiento de las masas.
Ahora bien, si el "liberalismo simpático" consistía en desechar a la batalla ideológica para no crispar y en heredar al PSOE por simple desgaste natural, ¿de qué quiere convencer Cospedal a los españoles? ¿Qué valores defiende el PP salvo los de un PSOE al que pretende suceder? Pero acaso si el PP convence a los españoles con las ideas del PSOE, ¿no estará haciendo campaña electoral a favor de los socialistas?
La actual dirección popular no parece darse cuenta de que al matar a Aznar están renunciando a la herencia de un Gobierno con cuyas reformas España salió ya de una crisis económica y que, al mismo tiempo, se están abrazando al vacío ideológico de ZP, lo que facilitará que este último les endose a las primeras de cambio la responsabilidad de todas las catástrofes que sufre España.
lunes, 24 de noviembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario