Javier Moreno en Libertad Digital
África, cuna de la especie, es hoy el continente más pobre de la tierra. No es fácil diagnosticar las causas de la enfermedad africana, pero no cabe atribuirlas ni a la raza, a los genes –como hiciera James Watson, el descubridor de la estructura de la molécula que los porta, en la respuesta a una desafortunada entrevista– ni a factores ambientales de corte histórico o económico como la descolonización o la insuficiente ayuda al desarrollo. Muy probablemente el problema africano tenga más que ver, en primera instancia, con la ausencia casi completa de seguridad jurídica, de Estado en su vertiente garante de derechos y libertades, del llamado Estado de Derecho. Y esta ausencia, en segunda instancia, hunde sus raíces en la cultura, en los usos y costumbres, en las tradiciones, en la medida en que sean contrarios a la institucionalización de la propiedad.
Esta clase de consideraciones no pasan por la mente de nuestro presidente, José Luis Rodríguez Zapatero. Siendo en el plano doméstico todo menos un salvapatrias o un gestor eficiente, ha proyectado en el internacional su huidiza sombra de Peter Pan, proponiendo sanciones para los países europeos y ayudas para los africanos. En el foro de Davos, haciendo gala de su pedantería infinita, dio respuesta en castellano quijotil a una pregunta formulada en el inglés de los negocios desde la primera fila por un primera fila como el empresario Bill Gates. Gates, culpable de haber creado un imperio económico que tiene más poder (económico) que muchos Estados, preguntaba a los políticos sentados en el escenario mediático de qué forma podían los pobres tener voz en un foro de ricos como Davos. ZP, siempre dispuesto a hacer oír su voz en nombre de los que no la tienen –acaso porque no tendrán ocasión de contradecirle o rebatirle– habló de los objetivos del milenio, de que España estaba a la cabeza en la ayuda al desarrollo, y de que a pesar del plan de austeridad que iba a aplicar a las cuentas públicas españolas, no tocaría las ayudas a los países pobres o, como diría Peter Bauer, las transferencias "de los pobres de los países ricos a los ricos de los países pobres".
Zapatero, famoso en el mundo entero, marchó directo del Foro Económico Mundial de Davos a la Cumbre de la Unión Africana en Addis Abeba, donde era invitado de honor. Pasó con ello de tratar la cuestión económica de la ayuda al desarrollo a abordar la institucional –y más de fondo, como decíamos antes- de la paz y la seguridad en el continente africano. Pero seguía con la misma cantinela: la pobreza y la falta de seguridad en África se solucionarán con más ayuda al desarrollo.
Como ha puesto de manifiesto con su acción política doméstica, el Estado de Derecho es para él un enemigo al que combatir más que un objetivo deseable, y la economía es cosa de dinero circulando al azar de mano en mano, algo así como una lotería (estatal, por supuesto) y no de generación de riqueza a partir de unos recursos, y de unos principios y unos valores de frugalidad y laboriosidad dentro de un marco institucional que genere a su vez seguridad jurídica.
ZP Africanus, probablemente el mayor buenista de nuestra era, representa para nuestra deshonra a España, en todas y cada una de las ocasiones en las que se arroga de ser representante de Occidente, de los llamados países ricos de los que cada vez más nos aleja. Lo hace cuando busca aliar civilizaciones que chocan violentamente, y cuando primero no se levanta al paso de una bandera y luego reza de rodillas las oraciones que más detesta. Lo hace cuando nos obliga a liderar las costosas energías renovables en nombre del execrable cuento del calentamiento global y paga el precio nuclear a la vecina Francia. Lo hace cuando propone ayudar a los países pobres desde el país al que él empobrece con su torcida acción gubernamental.
Sí, ZP, cada vez estamos más cerca de África. Con líderes como tú y el suficiente tiempo, podremos eliminar por fin las desigualdades en el mundo y pronto la especie volverá a sus orígenes. Todos estaremos igualados en la miseria, en la pura y dura subsistencia, para mayor gloria de tu socialismo internacionalista. Un buen primer paso: sabemos que te propones renovar tu candidatura a las elecciones nacionales si la crisis persiste. ¿Qué mejor forma de perpetuarse que convertir el problema en la solución?
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