Cristina Losada en Libertad Digital
Con asombro ha leído una de tiempos en los que apenas se le daba importancia a la política. No en el siglo XX, desde luego, y no en Europa. Todavía a principios de la pasada centuria, en Estados Unidos, un presidente podía formar un Gobierno con un fabricante de coches, dos banqueros, un director de hotel, un abogado, un ranchero, un ingeniero y sólo dos políticos profesionales. Por esa época, en el Viejo Continente, la política ya sustituía a la religión como principal forma de fanatismo y tendía a constituirse en única fuente de la moral. El agrandamiento del Estado vendría a conceder a los gobernantes el status de dioses omnipotentes, lugar que aún se resisten a abandonar por el rincón que les corresponde.
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