Montesquieu no podría reconocer su teoría de la división de poderes en nuestra democracia mediática. Antes neutro y casi invisible, el poder judicial se transforma a día de hoy en elemento activo y partidario. Basta con ser ambicioso y osado para encontrar el hueco en una sociedad de masas que necesita identificar al responsable de la noticia y muestra una antipatía natural hacia el lenguaje abstracto y el servicio objetivo a las instituciones. Por esta vía espuria, un vendaval encarnado en jueces falsamente justicieros irrumpe con fuerza en el imaginario colectivo, ya sea para impulsar con argumentos creativos una justicia cósmica, ya sea para disputar a los políticos el lugar principal en las portadas y las tertulias.
miércoles, 21 de abril de 2010
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