Francisco Cabrillo en Libertad Digital
Hablaba con frecuencia don Manuel Azaña del espíritu cabileño que nos ha caracterizado siempre a los españoles; y no parece que las cosas hayan ido a mejor desde entonces. Hoy, tal vez con mayor fuerza que antaño, encontramos a algunos jefes de cabila especialmente preocupados por conseguir que su tribu se diferencie lo más posible de la vecina. Si para lograrlo se limitaran a temas inocuos, nada grave ocurriría. Lo malo es que, con frecuencia, su instrumento es la regulación de todos los aspectos imaginables de la actividad económica. Y esto quienes lo pagan no son los caciques del pueblo vecino, sino sus propias empresas y sus propios ciudadanos.
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