Nos daríamos con un canto en los dientes si este "pacto de estado" supusiera que el Gobierno deja de darles dinero a las energías subvencionadas, abandonara los planes de cerrar Garoña y otras nucleares y eliminara el déficit tarifario, de modo que pagáramos el coste real de lo que consumimos. Incorporaríamos así un elemento esencial en el sector energético, la racionalidad, pero dejaríamos fuera otro: la libertad. Y es que no cabe esperar que los dos grandes partidos decidan reducir su poder sobre la energía, dejando que las empresas compitan en el mercado libre en precio y calidad de suministro. Hasta ahí podíamos llegar.
viernes, 25 de junio de 2010
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