La Copa del Mundo ha inyectado autoestima en el cuerpo ciudadano y ha sacudido el derrotismo de una nación resignada al sufrimiento histórico, pero también ha manifestado la falta de sintonía entre las aspiraciones de la gente y las de su dirigencia. Mientras el pueblo se ha agarrado con fuerza a los lazos de solidaridad emotiva e integración nacional que ha propiciado la épica gesta futbolera, la clase política se empeña en acentuar el divisionismo y la fragmentación a contracorriente de la opinión colectiva.
miércoles, 14 de julio de 2010
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