La "lucha" contra el hambre es una consigna políticamente correcta que por regla general ignora y desprecia a los únicos que de verdad luchan contra la miseria y la pobreza: los propios pobres. Comparadas con su esfuerzo, todas las ayudas al desarrollo son minucias. Son las personas las que salen adelante, a menudo superando enormes dificultades impuestas por los gobernantes, por los mismos que están todo el rato reunidos en sitios estupendos "luchando" contra el hambre, pero que no son capaces de brindar paz, justicia y libertad en los países pobres, ni de abrir los mercados y bajar los impuestos en los países ricos.
Esos fallos institucionales y ese generalizado intervencionismo son las "causas estructurales del hambre": la guerra, la injusticia y la opresión provocan lógicamente hambrientos, y no las fluctuaciones de los precios, la poca inversión o el cambio climático, tres circunstancias que, nótese, lo que hacen es invitar a que el intervencionismo de las autoridades sea aún mayor.
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