martes, 7 de diciembre de 2010

La grandeza existe

Hermann Tertsch en ABC

Fue un año después del final del gueto, cuando el Ejército soviético ya estaba frente a la capital en la otra orilla del Vístula. Allí esperó a que los alemanes exterminaran a la resistencia polaca, a sabiendas de que ésta habría luchado contra la brutalidad comunista con igual decisión y arrojo que contra la barbarie nazi. Brandt iba a una cita con la historia, a un homenaje a la libertad y la dignidad en una realidad triste. Polonia ya sufría más de dos décadas de tiranía comunista. Y desde 1968, las autoridades comunistas de Gomulka mantenían una campaña de renovada miseria antisemita. Llegadas todas las autoridades, formada la guardia, Brandt se acercó con paso lento y solemne al monumento y depositó allí la corona de flores. Dio unos pasos atrás, estuvo un instante firme y entonces, ante la sorpresa de todos, cayó de rodillas. Fueron treinta segundos. «En la sima de la historia y bajo el peso de millones de asesinados, hice lo que hacen los hombres, cuando la palabra es insuficiente», diría después.

Hasta aquí la evocación de aquel acto supremo de grandeza, empatía y honor, homenaje a la dignidad del hombre y las relaciones humanas, a lo mejor de la política. Para descansar un día de tanta bajeza, mediocridad y mentira. En recuerdo a nuestra Constitución, a la transición y la reconciliación nacional, testimonios de que la grandeza es posible, pese a los que la ignoran, desprecian y profanan.

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