Alfonso Ussía en La Razón
En España, el «buenismo» de la integración y la cursilería de lo multirracial, permite a las mujeres musulmanas salir a la calle con «burka», «niqab» o similar prenda de humillación ante el hombre, ese ser superior según el Korán. Aquí las feministas protestan por cualquier bobada y callan las atrocidades. Todo lo que tenga que ver con el cristianismo en general y el catolicismo en particular es de obligado rechazo. Lo que concierne al Islam y sus costumbres medievales es de obligado respeto. En Francia, que no se andan con complejos y tienen una izquierda culta, el «burka» y similares capuchas femeninas han sido prohibidas. Reto a cualquiera de sus defensores masculinos – del «burka»–, que hagan una prueba.
Abandonen su cálido hogar con un pasamontañas. No llegarán a más de cien metros. Con toda la razón y lógica del mundo, serán llevados a la comisaría más próxima. Abandonen su hogar con una capucha que cubra completamente su rostro. No llegarán a más de cien metros. Serán llevados a la comisaría más próxima. Abandonen su cálido hogar con un simple antifaz, como los que usaba el «Llanero Solitario» de los tebeos infantiles. No llegarán a más de cien metros. Serán llevados a la comisaría más próxima. Abandonen su cálido hogar con un pañuelo que esconda su rostro desde la nariz a la barbilla. No llegarán a más de cien metros. Serán llevados a la comisaría más próxima. De vuelta a casa, hagan la prueba con sus mujeres, compañeras de hecho, novias o amigas si éstas son occidentales. También serán llevadas a la comisaría más próxima por ocultar su identidad. La inseguridad en su deambular levantaría sospechas. Pero ningún agente de seguridad se atreverá a llevar a la comisaría más próxima a una mujer musulmana que cubra totalmente su rostro. Ellas pueden hacerlo. No se trata del velo, también en entredicho. Se trata del «burka» o del «niqab», de la postración femenina del siglo XI, del ocultamiento total, del atentado contra la mujer más habitual, constatable y permitido en el mundo occidental. Que nadie espere la protesta, ni el amago de enfadillo, ni el mohín de disgusto, del feminismo profesional de izquierdas. Es probable que el «burka» y el «niqab» cuenten con el aplauso y la aprobación de nuestras lidias falcones. Por favor, el respeto a las creencias. Un cristiano en general y católico en particular, no puede esperar en España que sus creencias sean respetadas. Y aún menos, amparadas por las autoridades. Las iglesias están para ser asaltadas por quienes defienden el «burka», el «niqab» o las lapidaciones públicas a las mujeres que son sorprendidas echando un polvete con quienes no son sus dueños. Alianza de Civilizaciones. Tampoco esperen de las feministas españolas de la izquierda profesional –existe una profesión muy rentable en España que no es otra que el doctorado en izquierdas para poder hacer lo que a uno le venga en gana sin ser tachado de fascista–, tampoco esperen nada de las feministas –repito–, que callan ante la mutilación genital, la ablación del clítoris, que se practica en España en centenares de niñas. Respeto multirracial y a sus creencias y tradiciones. Pero si en plena Semana Santa se convoca y organiza una «procesión atea» para ciscarse en la Semana Santa, en lo que significa para los cristianos y en la sensibilidad de los creyentes, hay que apoyarla oficialmente, porque la religión católica no entra en los ámbitos del obligado respeto. Será respetada la fe cristiana cuando los creyentes, para no ser apaleados, se cubran con pasamontañas y obliguen a sus mujeres, como esclavas, a esconderse bajo los «burkas». Que ese camino llevamos, previo paso por la comisaría.
miércoles, 13 de abril de 2011
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