Porque al cielo iremos los de siempre.
Y ya diré por qué espero ver de nuevo a Jorge, esta vez en el cielo.
Desde luego, no tiene relación con esta primavera democrática en país tan de capullos que toda la historia se nos va en primaveras democráticas.
(...)
En la barra de aquel bar de la calle del Marqués de Santa Ana alumbramos una noche el «Gente y aparte» de ABC. Yo venía de un Mundial en México y de una mili en la Brunete, y Jorge volvía de la Guerra de los Treinta Años en el Rock-Ola. El desafío era el aburrimiento. Podíamos hacer lo que Christopher Walken en «El cazador», pero no teníamos ruleta rusa, o lo que Luis Calvo en el Vietnam, pero nos faltaba el pelo blanco. Para los espíritus burlones el periodismo empezaba a flaquear, y tuvimos el plan de una sección rara. Al director le vendimos páginas con chicas deslumbrantes de la movida, pero Jorge vino con Rossy de Palma, que sólo era Von Donna. A las pocas semanas colaboraba Leopoldo María Panero, enamorado telefónicamente de Rosaura (Díez Fuertes), auténtico ángel d'orsiano de la sección, a cuyo nombre, Rosaura, ABC, Serrano, 61, enviaba Panero los sobres con sus cosas sobre la locura desde el sanatorio de Mondragón.
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