La «grandeur de la France» está por encima de divisiones religiosas o políticas. Puede honrar a Luis XIV –lo ha hecho con una gran exposición este año– y a los protagonistas de la Convención que decapitaron a Luis XVI, puede tener una estatua dorada de Juana de Arco a unos pasos del Louvre y considerar que sólo ha habido un francés más importante que Calvino, puede sentirse orgullosamente republicana y, a la vez, asimilar los logros de la pasada monarquía. Buena lección para nosotros, que ni tenemos una colección literaria como «La Pleiade», que hemos logrado convertir en misión imposible el poder leer a algunos de nuestros clásicos – si es que no los hemos expulsado del sistema educativo– y que consentimos que un resentido aniquile la Historia y a la nación porque a uno de sus abuelos lo fusilaron los del bando al que pertenecieron buena parte de los padres de sus compañeros. Lo de Francia es «grandeur», lo nuestro, la mezquindad que explica nuestros fracasos.
martes, 29 de diciembre de 2009
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