Pablo Molina en Libertad Digital
La chabacanería y los montones de basura que acumulan los manuales didácticos de la asignatura Educación para la Ciudadanía no son un exceso dialéctico fruto del apasionamiento sectario de sus redactores, sino la más perfecta consumación del objetivo que se pretende con ella.
La excepción en esta materia, si es que se produce, consistirá en algún libro de texto, marginal y marginado, que intente explicar a los niños el funcionamiento del sistema democrático y sus instituciones, porque EpC no fue diseñada para eso, sino para transformar la burricie académica provocada masivamente por la escuela pública en estulticia domesticada según el patrón ideológico de la izquierda.
La prueba de que el objetivo de EpC no es ofrecer a los alumnos un conocimiento aproximado del funcionamiento de las sociedades libres ni nada que se le parezca, es que las autoridades académicas ni siquiera cuidan las formas en los materiales didácticos para disfrazar el atropello. Sólo así se puede entender que un libro de texto destinado supuestamente a esparcir entre la chiquillería las bondades de la democracia, ofrezca en sus páginas un espectáculo grotesco de adulación babosa hacia los regímenes totalitarios más nocivos que jamás ha debido soportar el ser humano. El escarnio a la religión (católica; sobre la musulmana no se pronuncian) es sólo la guinda mefítica de la pastelada ideológica que produce habitualmente nuestra izquierda cuando se pone a pensar, porque no hay nada más apropiado para los palanganeros del marxismo genocida que injuriar también a Jesucristo y a los que creen en Él.
Este viernes se sustanciará ante el Tribunal Europeo para los Derechos Humanos de Estrasburgo una demanda formulada por centenas de padres españolas en defensa de su derecho a elegir la educación moral de sus hijos. No importa cuál sea el resultado porque ese derecho fundamental a transmitir a los hijos los valores en que uno cree es anterior y superior al Estado y los políticos, pero estaría bien que algún tribunal foráneo, ya que los españoles no creen oportuno hacerlo, dictaminara de forma decente sobre un asunto mucho más importante que la economía, aunque a Rajoy le parezca lo contrario.
Pase lo que pase, si Zapatero insiste en adoctrinar a nuestros hijos con semejante montón de estiércol izquierdoso tendrá antes que arrancarlos de nuestras manos yertas. El problema es que se le ve muy capaz de llegar a ese extremo.
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