José García Domínguez en Libertad Digital
Que Una memoria sin fronteras, ese airado manifiesto en reclamo de impunidad para Garzón, vaya encabezado nada menos que por Pasqual Maragall, célebre escudero y chico para todo de José María Porcioles, el sempiterno alcalde de Barcelona durante la dictadura, indica que nuestros neo-antifranquistas necesitan yacer con urgencia en el diván de un buen psicoanalista, a ser posible porteño. Mejor argentino porque, por el mismo precio, habría de ilustrarlos acerca del abismo ético que media entre las leyes de punto final de los milicos y la amnistía votada por las Cortes Españolas en 1977.
No hay comentarios:
Publicar un comentario