Gabriel Calzada en Libertad Digital
Uno puede pensar que han vencido su aversión a la libertad que permite el coche porque puestos a tener coches, el eléctrico respeta más el medio ambiente. Sin embargo, la energía que requerirá cargar las baterías necesitará de la contribución de centrales eléctricas, muchas de las cuales emiten el denostado CO2 y gases contaminantes. Además, las propias baterías son un problema medioambiental. La respuesta está en lo que el gran economista Ludwig von Mises llamaba la dinámica del intervencionismo. Las enormes ayudas públicas a las energías renovables han hecho proliferar hasta tal punto las placas solares y los molinos eólicos que han puesto en serio riesgo la viabilidad técnica y financiera del sistema eléctrico español, según reconoce el propio Ministerio de Industria. Uno de los problemas de estas energías es que producen según el viento y otras variables meteorológicas y no cuando la gente quiere consumir. Por ejemplo, suelen producir electricidad por la noche, cuando nadie la demanda. En lugar de dar marcha atrás, a Zapatero se le ha ocurrido apuntalar los molinos haciéndonos consumir electricidad cuando sople el viento. ¿Cómo? Teniendo que recargar las baterías por la noche. Así es como Zapatero pretende que su coche fantástico, que nos va a costar un ojo de la cara a los españoles, rescate sus fantasiosas aspiraciones energéticas.
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