Económicamente, y desde el fondo de los tiempos, España es una hormiga que mima al pulgón de la política a la espera de sus secreciones azucaradas. Y, sin embargo, la juventud, según las últimas encuestas, no conoce el proceso y tampoco parece muy interesada en conocerlo. ¿Por qué?
Decimos «juventud» y no «los jóvenes» porque eso dice que hay que decir el catón de la Educación para la Ciudadanía o Formación del Espíritu Nacional, que se reduce a inculcar en la juventud las dos ideas populistas del franquismo: la bicicleta para el asfalto, y para la vida, el «haga como yo, no se meta usted en política».
La juventud española se mueve en bicicleta y no se mete en política, salvo los sobrinillos de los que ya están metidos, «porque alguien tiene que continuar». Es famosamente el caso de Bibiana Aído y Leire Pajín, que no van en bicicleta, pero que tienen cara de hacerlo, y que no saben de política, pero que están metidas en política, como sus padres.
—Rusia y España, unidas como fuerzas hermanas... Y sólo se verán tractores y manzanas, panes y juventud sobre la tierra —cantaba Miguel Hernández, el poeta cabrero del disco de Serrat.
Luego vino Franco y lo que se vio entre la juventud eran bicicletas, que es una cosa que el español lleva en el alma desde Echegaray, que fue Nobel de Literatura y presidente de la cosa ciclista, y ahí tenemos ahora a Contador, y antes a Induráin, y antes a Perico, y antes a Ocaña, y antes a Bahamontes, ganando todos los veranos el Tour de Francia, ese país que nos fascina por su facilidad para pasarse la vida haciendo revoluciones para volver al antiguo régimen.
La generación ni-ni (ni tractores socialistas ni política de la polis) es feliz ignorando que el alcalde de Getafe, cuyo equipo de fútbol acaba de ser adquirido por unos millonarios árabes, está que no levanta cabeza porque la presidenta de la Comunidad le ha llamado «pitufo». Seguramente tampoco sepa esta juventud que María Cospedal ha reñido con una señora de TV dura, tipo Mariví Romero, que ya se las había tenido muy tiesas con el persa Ahmadineyad, en cuya presencia improvisó una caída de pañoleta que, al parecer, hizo muy poca gracia al sucesor de Ciro el Grande. ¿Y qué sabe esta juventud de Llamazares, recibido a cantazos en un poblado chabolista donde iba a echar una arenga sobre los capitanes Galán y García Hernández? ¿Qué sabe de las encuestas que conceden a Rajoy la mayoría en las próximas elecciones? ¿Sabe esta juventud de la preocupación de Matute por la mutilación de cuentos en nombre de la corrección política?
Por no saber, esta juventud ni siquiera sabe que el «Uuuuhhhh!» de Guardiola en Madrid es un invento del payaso Charlie Rivel. Por eso es más feliz que la nuestra.
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