lunes, 11 de abril de 2011

Estupidez y misterio

Félix Madero en ABC

No tengo inconveniente en hacer público mi voto el 22 de mayo: no votaré. Es la primera vez que me quedaré en casa. Ni siquiera contemplo la posibilidad del voto en blanco porque no sé qué significa y porque envía mensajes de aceptación de las cosas, lo contrario de lo que pretende. Espero que se entienda que hablo de mí, que nada aconsejo ni a nadie llamo en este lance que, lejos de tranquilizarme, me deja perplejo y con la sensación de estar haciendo algo indebido; no sé, como traicionándome. Hago esta observación no sea que la Junta Electoral, ese terreno de arenas movedizas en el que mamonean socialistas y populares, me diga que mi comportamiento es antidemocrático y punitivo. Todo puede ser. Si ha sido capaz de dictar la forma en que las televisiones tienen que informar durante la campaña electoral por qué no me va decir lo que no puedo escribir.

No votaré. No ha sido una decisión dolorosa. No. Lo he visto tan claro, estoy tan seguro de lo que voy a hacer que me tengo como me siento: un ciudadano descansado y felizmente resuelto. Yo, que he votado siempre, en todas las elecciones menos en la Constitución porque aún no tenía edad; yo, que he hecho proselitismo de nuestra democracia hasta en situaciones que ahora me sonrojan; yo, que de jovencito asistí a mítines creyendo que estaba en una función solemne donde había sitio para la verdad; yo, que creí que la política lejos de ser una profesión era una actividad digna que engrandece a los hombres; yo, que di por seguro que mis ideas eran eso, mis ideas, y que nadie me las podría cambiar, y menos el partido que empecé votando; yo, que descubrí el efecto balsámico y reparador de votar con la cabeza y no con la razón; yo, que creí que aquellos a los que votaba tenían un punto de justicia y beneficencia que los hacia especiales; yo, sin capacidad para la sorpresa y la esperanza de esta política y estos políticos, me quedaré en casa el día 22. Como Brassens, pero sin la música militar que nunca le supo levantar. Ahora el abanderado no viste de caqui, lleva ropa de domingo y flamea al viento un trapo con el logotipo de un partido.

Tenía y tengo argumentos concluyentes para no votar. Y, por qué no reconocerlo, algunas dudas. Pero ha sido saber que PP, PSOE, CiU, CC e IU llevan en sus listas decenas de imputados por corrupción y dar por resuelta mi incertidumbre. Hasta aquí hemos llegado. El 22 de mayo haré lo que Claudio Magris aconseja en las ocasiones en las que creo vivir momentos severos y ceremoniosos: reírme. Esto es lo que haré: cogeré las papeletas con los nombres de los imputados bien señalados, las pondré encima de la mesa y haré que me sobrevenga un ataque de risa. La risa desmitifica al gran ídolo poderoso de la política: la estupidez disfrazada de misterio.

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