En la carrera por la sucesión de Zapatero se destacan las candidaturas de Rubalcaba y Chacón; y parece que Rubalcaba parte con algo de ventaja, circunstancia que sólo explica el endémico y pertinaz machismo ibérico, pues comparar a Chacón con Rubalcaba es como comparar a Dios con un gitano. Afortunadamente, Chacón no es mujer que se arredre ante las dificultades: «Mi madre —ha declarado en alguna ocasión— me ha educado como a una superviviente. Me ha dejado claro que mi vida, por ser mujer y de izquierdas, sería mucho más dura que la de un hombre, y mucho más que la de un hombre de derechas». La extrema dureza soportada por la superviviente Chacón es el mejor aval de su candidatura; una mujer como ella, curtida en la adversidad, mil veces vapuleada por el infortunio, merece más que nadie la recompensa. Basta repasar someramente las peripecias de su accidentada biografía, llena de penalidades, para que se nos ponga la carne de gallina. ¡Cuánto ha sufrido Chacón, por ser mujer y de izquierdas! ¡Cuántos estorbos a su valía, cuántas penosas pretericiones, cuántos desdenes y ninguneos! Enumerarlos convertiría este artículo en una pieza lacrimógena; pero no lo haremos, pues bien sabemos que a Chacón no le gusta colgarse doctorados ni medallas, aunque sean medallas obtenidas en la lucha honrosísima y agónica del superviviente.
Pero siempre se ha dicho que las penalidades acrisolan el temple y aguzan el ingenio. Y Chacón, que las ha padecido en grado sumo, también ha desarrollado, desde muy temprana edad, perspicacias que al común de los mortales le están vedadas. Así se explica, por ejemplo, que a los nueve años, cuando el tejerazo, se pusiese —según declaraciones propias— a «empaquetar libros y documentos» de su padre que «intuyó comprometedores». ¿Verdad que resulta impresionante? Cuando el tejerazo yo contaba aproximadamente su misma edad (unos meses más, para ser exactos), pero sólo recuerdo que aproveché ocasión tan famosa para vaguear y jugar al fútbol con los chavales de mi pandilla; en lo que se nota que éramos hombres y de derechas, corrompidos por una vida fácil y regalada. Pero la superviviente Chacón, mujer y de izquierdas, ya se dedicaba por entonces a empaquetar libros y documentos que intuía comprometedores; algo de lo que no puede presumir ni siquiera Rubalcaba (hombre a fin de cuentas, aunque de izquierdas), que después de proclamarse «campeón de catecismo» en su Solares natal se convertiría en campeón de atletismo, tras su paso por el colegio del Pilar: catecismo y atletismo, dos formas de escapismo nada comprometedor. ¡A Rubalcaba lo hubiese querido yo ver empaquetando libros y documentos con nueve añitos, combatiendo a la jauría fascista y a los militarotes!
Ni siquiera puede Rubalcaba, con su provecta edad, presumir de luchador antifranquista. La superviviente Chacón, en cambio, nos ha narrado que a los cuatro años (¡prodigio de memoria precoz!) celebró la muerte de Franco participando en una fiesta familiar en la que se brindó con cava. Único episodio festivo en una biografía batalladora y abnegada, regada de rechazos e infortunios, en la que jamás han intervinido el favor ni el enchufe. Es la hora de que esta mujer, que deja chiquitas las tribulaciones del Oliver Twist de Dickens y la Cosette de Víctor Hugo, obtenga al fin premio a sus innumerables y acrisolados méritos. Chacón for president!
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