miércoles, 17 de noviembre de 2010

Enchufismos

Ángela Vallvey en La Razón

Las dictaduras de la época contemporánea se han caracterizado por su voluntad de permanencia. La continuidad en el poder siempre ha sido un riesgo para la libertad. El Tercer Reich pretendía durar mil años. El poder ilimitado en el tiempo tiende a la ocupación de la sociedad por parte del Estado, que modifica los rasgos de la colectividad a su imagen y semejanza propiciando la corrupción, el nepotismo, las redes clientelares, la impunidad, el pensamiento único, la uniformidad…, aplastando toda posible disidencia y alentando la pasividad civil.

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Es posible que la tendencia de la sociedad española a «fidelizar» su voto sea en buena parte responsable de la monstruosa burocratización del Estado español –el central y sus franquicias autonómicas–, que ha logrado que el poder se concentre en pequeños grupos de personas, en absoluto las más preparadas, que forman una auténtica casta: la de los «enchufados». Al estilo franquista: «quien no tiene padrinos, no se bautiza». Así encontramos autonomías en las que las relaciones familiares o de partido determinan la ascensión social de los individuos, componiendo oligarquías que parecen sacadas de un folletín decimonónico.

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