Jorge Berlanga en La Razón
Él no se quería morir y si se murió fue para seguir dirigiendo una realidad sostenida en el absurdo. Seguro que eligió un día frío y lluvioso para fastidiar a los actores. Especialmente cuando empezaron a aparecer las autoridades a darle al acontecimiento el inevitable aire pomposo, con su punto de cursilería, que toda la vida había ridiculizado. Su ideal hubiera sido que, en vez de entrar él en la fosa, se hubiera caído dentro alguien mientras pronunciaba un discurso.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
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